viernes, 28 de enero de 2011














"ARRAIGADOS Y EDIFICADOS EN CRISTO FIRMES EN LA FE"

“Ahora -escribe-, en un momento en que Europa tiene que volver a encontrar sus raíces cristianas, hemos fijado nuestro encuentro en Madrid. Os invito a este evento tan importante para la Iglesia en Europa y para la Iglesia universal”.

Benedicto XVI habla de las grandes aspiraciones que tiene la juventud: la amistad, la solidaridad, el verdadero amor, construir una familia, “adquirir una estabilidad personal y una seguridad real, que puedan garantizar un futuro sereno y feliz”. Pero advierte que “la estabilidad y la seguridad no son las cuestiones que más ocupan la mente de los jóvenes”. El trabajo “es un problema apremiante -asegura-, pero al mismo tiempo la juventud sigue siendo la edad en la que se busca una vida más grande: “encontrar la vida misma en su inmensidad y belleza”, porque “el hombre está creado para lo que es grande, para el infinito”. Y “el deseo de la vida más grande es un signo de que Dios nos ha creado”.

Pero si “Dios es vida”, señala el Papa, entonces comprendemos que es un contrasentido pretender eliminar a Dios para que el hombre viva”. Dios es la fuente de la vida; eliminarlo equivale a separarse de esta fuente e, inevitablemente, privarse de la plenitud y la alegría. La cultura actual, en algunas partes del mundo, sobre todo en Occidente, tiende a excluir a Dios, o a considerar la fe como un hecho privado, sin ninguna relevancia en la vida social. Aunque el conjunto de los valores, que son el fundamento de la sociedad, provengan del Evangelio -como el sentido de la dignidad de la persona, de la solidaridad, del trabajo y de la familia-, se constata una especie de “eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza.

Por este motivo, el Santo Padre invita a intensificar el camino de fe en Dios, especialmente hoy, cuando muchos no tienen puntos de referencia estables para construir su vida, sintiéndose así profundamente inseguros ante un relativismo muy difundido, para el que todo da lo mismo y no existe ninguna verdad, ni punto de referencia absoluto. “Nada parece generar verdadera libertad, sino inestabilidad, desconcierto y un conformismo con las modas del momento”.

Para poner de relieve la importancia de la fe en la vida de los creyentes, el Papa se detiene en los tres términos que san Pablo utiliza en: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe». “Arraigado” evoca el árbol y las raíces que lo alimentan; “edificado” se refiere a la construcción; “firme” alude al crecimiento de la fuerza física o moral. Se trata de imágenes muy elocuentes. Imágenes que sugieren al árbol, firmemente plantado en el suelo por medio de las raíces, que le dan estabilidad y alimento. Como las raíces del árbol lo mantienen plantado firmemente en la tierra, mediante la fe, estamos arraigados en Cristo, como una casa está construida sobre los cimientos. El Pontífice invita a los jóvenes a construir “su casa en la roca” siguiendo el ejemplo de los numerosos santos que han edificado su vida sobre la Palabra de Dios.

Benedicto XVI afirma que “hay una fuerte corriente de pensamiento laicista que quiere apartar a Dios de la vida de las personas y la sociedad, planteando e intentando crear un “paraíso” sin Él. Pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un “infierno”, donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza. En cambio, cuando las personas y los pueblos acogen la presencia de Dios, escuchan su voz, se construye la civilización del amor, donde cada uno es respetado en su dignidad y crece la comunión. Hay cristianos que se dejan seducir por el modo de pensar laicista, o son atraídos por corrientes religiosas que les alejan de la fe en Jesucristo. Otros, sin dejarse seducir por ellas, sencillamente han dejado que se enfriara su fe, con las inevitables consecuencias negativas en el plano moral.

Como Sucesor del apóstol Pedro, Benedicto XVI desea confirmarnos en la fe. Creemos firmemente que Jesucristo se entregó en la Cruz -dice el Papa- para ofrecernos su amor; en su pasión, soportó nuestros sufrimientos, cargó con nuestros pecados, nos consiguió el perdón y nos reconcilió con Dios Padre, abriéndonos el camino de la vida eterna. Pero “muchas de las imágenes que circulan de Jesús, y que se hacen pasar por científicas, le quitan su grandeza y la singularidad de su persona”.

Benedicto XVI propone ponerse en contactos con Jesús a través de los sacramentos, entablar y cultivar el diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocerle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo; hablar con Él en la oración. “La fe -dice- es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios”. Así podréis adquirir una fe madura, sólida. Podréis conocer a Dios y vivir auténticamente de Él. En la historia de la Iglesia, los santos y mártires han sacado de la cruz gloriosa la fuerza para ser fieles a Dios hasta la entrega de sí mismos; en la fe han encontrado la fuerza para vencer las propias debilidades y superar toda adversidad. La victoria que nace de la fe es la del amor.

Y termina recordando el Santo Padre que Cristo no es un bien sólo para nosotros mismos, “sino que es el bien más precioso que tenemos que compartir con los demás”. “En la era de la globalización, -exhorta el Pontífice- sed testigos de la esperanza cristiana en el mundo entero: son muchos los que desean recibir esta esperanza”.

Y ya pensando en la Jornada Mundial de la Juventud en la capital española, el Papa dice que cuenta con la “profunda alegría” de los jóvenes. “Os espero. La Iglesia cuenta con vosotros. No os desaniméis. A lo largo de este año, preparaos intensamente para la cita de Madrid con vuestros obispos, sacerdotes y responsables de la pastoral juvenil en las diócesis, en las comunidades parroquiales, en las asociaciones y los movimientos. La calidad de nuestro encuentro dependerá, sobre todo, de la preparación espiritual, de la oración, de la escucha en común de la Palabra de Dios y del apoyo recíproco.

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